Oía el gemir del viento al acariciar las hojas quebradizas en la alameda. Sentía la humedad penetrando en el hueco de mi interior mientras el arroyo helado a mis pies narra la historia más triste con la voz más neutra. Habla de cómo la vida se sucede y la luna es enterrada cada día por un nuevo amanecer, del porqué del desamor, de la guerra y la agonía. Cuenta a quien quiere escuchar la vida de princesas que, desheredadas, murieron deshojadas míseramente en las losas gélidas y cuya sangre, al llegar al río forjó grandes esperanzas en él. El torrente habla de los ángeles caídos, que vinieron para rescatar las almas cautivas que, encerradas, estaban destinadas a vagar sin rumbo por un mundo infernal. Son esos ángeles los que permiten el descanso del difunto, su gloria eterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario