9.2.10

verdad.

Me debato entre la vida y la muerte en esta jungla de asfalto. Los rascacielos me impiden ver el horizonte, por tanto, no sé a dónde voy ni que tengo que hacer. La gente deambula por las calles ausente, han vendido su alma al diablo por la bendición de su jefe que, lo más seguro, los pondrá de patitas en la calle. Sus vidas se hunden en una caótica espiral de desesperación y odio de las que no son capaces de salir. Engullen sus personalidades para agradar, para no desencajar y, ¿qué consiguen? acabar en un ataúd envidiando la vida de otro. Y, llegados a este punto, ya no se trata de la sociedad, más bien del amor propio, del poder del ser para conseguir, para aprender, para entender, para amar. Sentir, por encima de todo. Ver a la gente tal como es, no tratar de enmascararla en etiquetas totalmente absurdas. Ángeles con rastas y crestas, demonios con trajes de alta costura. El mundo funciona así. Nada es lo que parece. Todos tenemos una historia que debe ser contada. Hablamos con la almohada, pero ésta no responde. Vivimos en un mundo de incomprensión, de maldad y egoísmo. La verdad está ahí fuera, pero se esconde tras miradas frías, en el metro y en las orillas de un mar de recuerdos que, de vez en cuando, nos recuerdan quienes somos, de dónde venimos y en que parte del camino nos perdimos. Si rectificar es difícil, vivir con nuestros errores acumulados, lo es más.
No sientas, no mientas, no perdones. Vive.

1 comentario:

doinitza dijo...

La verdad varía según el ángulo de la percepción...No es que estés perdido, simplemente mal orientado. Tus recuerdos mantienen en vida el pasado, tus emociones alimentan el presente, y los sueños dibujan el futuro. Quizás el haberse perdido sea estar pensando en un nuevo diseño para el mañana, como un esbozo...

SIENTELO TODO, pero quédate con lo bueno. PERDONA, pero no olvides. MIÉNTETE, pero solo cuando digas que ya no puedes más. VIVE, y recuerda, no hay errores, sólo lecciones.