Este año nuevo, no tengo ningún propósito en especial. No voy a hacer dieta, no voy a sacar mejores notas, no voy a fingir una felicidad que no tengo, ni voy a ahorrar males a los demás. Sencillamente, buscaré, encontraré y alcanzaré una meta. Seré todo lo feliz que pueda. Disfrutaré del silencio absoluto y del latir de la tierra, de la oscuridad y de la luz más cegadora, de la brisa suave todas las mañanas. Sentiré cada vez más cerca a los que están lejos, pero aún más a los que no están. Reiré hasta que se me salten las lágrimas. Correré todo lo rápido que pueda. Contemplaré melancólica las luces de la ciudad a mis pies mientras amanece. Recorreré tu espalda con mis dedos fríos. Retendré todos y cada uno de esos besos. Haré que se me hiele la nariz, moriré de calor. Rozaré las estrellas aunque sea de día. Daré cuantas vueltas pueda, pararé donde quiera. Seré ese huracán irrefrenable que levante pasiones, celos, envidias; que recuerde a la joven felicidad que algunos pierden y que otros nunca han tenido. Derrumbaré barreras, plantaré una flor. Me deleitaré del repiquetear de la lluvia en los cristales. Recordaré todos y cada uno de los momentos en que nos miramos a los ojos. Montaré un puzzle de 1500 piezas para volverlo a desmontar al acabarlo. Escribiré una historia fantástica; una historia que no tenga fin. Viviré noches y días que se sucedan sin prisas, cada uno distinto al anterior. Viviré la intensidad de los colores de este mundo, de las formas de tu piel, del olor de cada carcajada. Pero sobretodo, miraré el fondo de esos ojos oscuros e intentaré entender lo que jamás nadie ha entendido.
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