Ya he emprendido el camino. Lo siento, no hay marcha atrás. Desde hoy empiezo a forjar mi propio destino sin que nada me pueda cambiar. Paso, paso, un paso más, puede que tropiece, pero no me va a importar, llevo en mi mochila tiritas y alcohol para olvidar. He arrojado a la cuneta el Swatch que como si de unas esposas se tratara, no hacía más que molestar. Pensándolo mejor, quizá cambie el caminar por sentarme en una piedra a escuchar el crujir de las hojas o el graznar de los pájaros en la noche; a sentir como el sol calienta mi piel y la brisa seca mi sudor. Cualquier cosa por tal de evadirme de esta ciudad que me encierra, que me asusta, que envenena todo lo que pienso, siento, hago o digo con los prejuicios y tabúes de una sociedad que no piensa en nada más que en una misma. ¿De qué nos sirve vivir en "el primer mundo", en un mundo libre, si toda esta libertad se ve reducida por los conocimientos que poseemos? Díganme, ¿hasta dónde tengo que llegar para poder decir, hacer, sentir, pensar lo que quiera?!
1 comentario:
La respuesta a tu pregunta podría encontrarse hacia atrás... En realidad, cuanto menos sabemos, menos decisiones tomamos, menos dudas tenemos y mas libres nos sentimos.
Saber y entender es caro, y más en esta sociedad. Pero, que bonito resulta ser consciente del calor del sol y de la brisa sobre la piel...
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