30.7.10

concéntrate.

Salí de casa aquella tarde con la certeza de que todo iba a cambiar. Hablaba con una naturalidad fingida y cada uno de los gestos aparentemente despreocupados había requerido horas de práctica ante el espejo. Caminábamos con pasos amplios y me permitía el lujo de estremecer bajo la ropa cada vez que me susurrabas un "te quiero". Subí en aquel ascensor terriblemente (in) segura de mi misma. Avanzamos por el pasillo hasta llegar a la habitación sin dejar de tratar temas banales... hasta que aquella magia nos rodeara, nos uniera. Hasta aquel momento en que nos besamos. Podía sentir el palpitar de tu corazón acelerado a través de nuestras vestimentas y cómo todos los poros de tu piel se abrían para captar la esencia del beso, del instante en que nuestras vidas tomarían otro rumbo para siempre.
Y ahora, después de haber pasado momentos fantásticos y otros no tan buenos a tu lado; volvería a practicar ese encaje de mano acompañado de dos besos que - cada vez más-, ajustaban las comisuras de nuestros labios. Volvería a pedirte a gritos aquella firma absurda. Volvería a aparecer en tu vida cada día, con aires distraídos. Reviviría cada carcajada por el mero placer de tu sonrisa; cada discusión por la satisfactoria sensación de reconciliarnos. Retrocedería en el tiempo para volver a ver como te desbordas de placer... aunque, mejor pensado, volvería a hacer que estremecieras.

No hay comentarios: