divagando.

No me gustaría empezar a describirme hablando de mis numerosas y deslumbrantes virtudes (nótese la ironía) sino de todos y cada uno de mis defectos. Soy una niña paranoica y retorcida, hasta los gestos más sencillos pueden ser para mi la tapadera que destruirá el universo; tengo un mal genio que ni yo misma aguanto y que me ha traído ya bastantes desgracias; uso el sarcasmo y el humor negro como tono habitual en mis conversaciones, por eso cuando hablo la gente tiende a mal interpretarme... pero me da igual. También quizá sea eso otro defecto, la indiferencia que muestro hacia la mayoría de las cosas. De ese pasotismo solo se libran mis amigos (AMIGOS señores, los que contamos con los dedos de una mano), mi familia y ese divino solomillo al roquefort que mamá cocina cuando llevamos mucho tiempo sin vernos.
Me gusta la playa en invierno más que en verano y no me importaría ser una ermitaña para poder llenarme por dentro mientras los demás se decoran por fuera. Siento una enorme confianza hacia la agente que ríe a carcajadas enseñando los dientes y también hacia los que no tienen; así como siento una enorme pena por los que no se ríen nunca y dejan que las cosas malas superen a las buenas... ese tipo de infelicidad (muchas veces material) es un horrible cáncer en el seno de esta sociedad y no podremos superarlo hasta que todos podamos salir a la calle en taparrabos y con las uñas de los pies sin pintar.