Hoy me gustaría hacer un llamamiento. Más que un llamamiento, es una propuesta. Me gustaría que todo el mundo mirara a su alrededor y se acordara de todos los amigos que tiene cerca, de los que han ido desapareciendo con el tiempo o de los que han resultado ser "traidores". Quisiera que se recapitularan todos y cada uno de los buenos ratos, las risas, las paranoias, los motes, los olvidados momentos inolvidables, las miradas cómplices, las canciones, los olores, las notitas por debajo de la mesa o las cartas a largas distancias. Quiero pedir que, en lugar de juzgar los cambios de los demás, pensemos en los propios. Lo que nos parecía divertido o raro hace un par de años, no es lo mismo que ahora; que el que no es perseguido por la policía es un mierdas y el que no ha puteado a alguien es porque no tiene a nadie a quien putear. No son solo los demás los que cometen errores, también uno mismo lo hace, pero parece que estos pasan a un segundo plano... cuando se trata de criticar, nunca nos acordamos de nosotros mismos y en realidad tendría que ser al revés: exigir a los demás en la justa medida en la que nosotros nos exigimos. Me gustaría que los que aceptamos el cambio nos preguntemos por qué lo hemos hecho, si valía la pena, si hemos lastimado a alguien, si lo podemos arreglar. Personalmente, he cambiado muchísimo más que la gente que me rodea pero dentro de lo que cabe estoy satisfecha. No sé si servirá de mucho, pero también me gustaría invitaros a que hagáis el balance de lo bueno y de lo malo, de si lo que ha desaparecido realmente os pertenecía o queríais pertenecer a ello. Si habéis apostado y perdido, recomiendo pasar la página, no vale la pena pasarle la rosca a los problemas... sin embargo, no hay nada más gratificante que perder, entender, retroceder, luchar y ganar.
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