28.3.11

4D

Annette se despertó sumida en un charco de lágrimas, exactamente como recordaba haberse dormido. Lo que no alcanzaba a recordar, sin embargo, era por qué lloraba y cuánto tiempo había pasado desde entonces.¿ Dos días, tres? Quizá algunos meses... o tal vez había estado llorando durante años, desde que nació.

Obcecada divagando, apenas se percató de que el sol despuntaba ya el alba e iluminaba el contorno de todo cuanto la rodeaba y de ella misma, regalándole una realidad nueva, diferente a la oscuridad. Cuando vio la luz, pensó en levantarse del suelo e ir hasta la ventana, abrirla de par en par; salir a la calle a comerse el mundo; construir su nueva vida con todas las cosas bonitas que hallara a su paso (ya saben lo que dicen: si es bonito, es útil); soñar, triunfar, vivir. Escuchaba el piar de los pájaros, la risa de su hermana pequeña jugando con el gato, el afilador con la armónica pasando bajo la ventana.

Y en eso estaba cuando volvió a oscurecer. Había perdido las figuras de la habitación, los destellos de luz acariciando la estancia, el rugido de los coches. Incluso el tormentoso ruido del martillo neumático había desaparecido. Intentó levantarse para averiguar qué pasaba. En vano. No sentía los brazos ni las piernas, no tenía cuerpo, había dejado de existir.

Sólo estaba ella, incorpórea. Sus pensamientos, sus miedos, su mar de dudas, de inseguridades, de mentiras. Había un puñado de verdades; mil recuerdos, cada uno peor que el anterior; alguna que otra sensación y una pregunta. Tan sólo una: 

¿Qué hubiera pasado si...?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo le daría a Anette un vestido bonito de color rojo y un perfume dulzón. Que opte por la primera alternativa y abra la ventana. Hay más mundo ahí fuera del que ella cree ver.

Texto bonito, bonito, Vicky :)