30.5.11

bicho malo nunca muere.

No sabía por qué, pero volvía a encaminarme escaleras arriba. Esta vez, después de mucho tiempo, volvía a sentir su aliento en la nuca. Maldición, pensé que me había deshecho de ellos, que los había despistado. Tonta de mi, eso era imposible. ¿Cómo ser esquiva en una escalera infinita, sin apenas rellanos y con todas sus puertas y ventanas cerradas? Podría haberme distanciado de ellos, podría haberlos dejado atrás... No lo sabía, pero no me podía para a comprobarlo: eché a correr.
Jadeante, me detuve apoyándome en la barandilla y miré abajo. Nada. Oscuridad, vacío, ausencia de todo, ni rastro de ellos. De repente, volví a sentir su presencia, sus respiraciones arrítmicas tras de mi. Me quedé paralizada, con una expresión de horror en mi semblante que persistió por horas. Cada vez más cerca y a mi espalda, fueron aproximándose hasta llegar a tocarme, a envolverme. En el nacimiento de mi pelo percibía las bocanadas de aire helado mientras un denso manto de escarcha me adormecía, me tenía entre sus brazos, me acunaba, meciéndome, agobíandome, ahogándome. Mi mente se rebelaba: "¡Escapa!" me gritaba "No dejes que te gane!" Pero mi cuerpo estaba abandonado a ese dolor placentero, a la culpa sumisa y dulce. Me dejaba llevar por ese aura maligna de mi misma, por mi yo más oscuro, por mis miedos.
De golpe, se abrió una claraboya por encima de mi cabeza, haciendo que una luz blanca iluminara todo cuanto había estado sumido en las tinieblas. Vi entonces dónde me estaba metiendo. Al contrario de lo que pensaba, tenían cara y ojos, estaban perfectamente identificados, eran concretos. No retrocedieron ni un milímetro, es más, en verse descubiertos hicieron más frenético ese ritmo enfermizo que ya llevaban. Y así fue como me abrí paso a patadas y cabezazos hacia mi libertad. Cómo me enfrenté a mis miedos, a mis limitaciones y a todas aquellas horribles pesadillas que me perseguían. De esta manera le escupí en la cara a la adversidad y me hice con el control de mi vida y mis metas. 
Porque sí, porque el secreto está en echarle narices a la cosa, que si te resiste algo, tu eres peor. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Salí del túnel con la cabeza alta, no me importaba el frío de la escarcha, la brisa del mar ni esa mano helada que me atravesaba el corazón, porqué mientras yo suspiraba me saludaba un rayo de sol que me ayudaba a evitar el atardecer de un pasado glacial. Entonces descubrí que toda puerta siempre está abierta, esperando si me veo capaz de travesar.

Marc Baiget Francesch dijo...

Perquè tu pots més que ningú i quan es tracta del psique SEMPRE ets superior a les teves pors, ets el dominador