1.5.11

Desde la Antlántida, con amor.

Querido yo,

me dirijo a ti para recordarte que los comportamientos impulsivos no sirven para nada. Que de nada sirve actuar sin medir tus consecuencias, tus palabras, tus actos si después te vas a arrepentir de todo a la vez. Que es completamente inútil mentirte a ti mismo, fingir que eres y dejas de ser a tu antojo, porque sabes que no es verdad. Puedes conseguirlo con los demás, pero no conmigo, no contigo mismo. Reconócelo, no se pueden dar pasos atrás en el tiempo y, a veces, por mucho que lo intentes, no recuperarás todo cuanto tuviste y perdiste. Sabes que valoro por encima de todo que luches para intentar conseguir lo que era tuyo, pero sabes igual que yo que ese esfuerzo es en vano. 

Querido yo, siento que nuestra relación haya sido, cuanto menos, tortuosa. Que hayamos pasado por todos los altibajos habidos y por haber en estos últimos 5 meses, que nos hayamos hecho daño y que no nos hayamos sabido curar las heridas. Pero lo que más lamento de todo es nuestra forma de zanjar los problemas. Nos cuesta, pero sé que podemos entendernos, que existe un punto medio. De todas maneras, me gustaría seguir recordándote cosas: los principios se tienen para tener algo en lo que creer, quieras o no. Y cuando éste "algo" hace que todo lo demás caiga, más vale abandonar los principios que te han hecho perder. 

Sólo tenemos una vida. Una vida que llenar con tardes al sol, con días de playa. Una vida de rosas, orquídeas y lirios blancos, de bombones Ferrero, de baratijas que se convierten en anillos caros con el tiempo. Que los días que se suceden deberían ir sin tiempo y con un Manhattan, arriba y abajo con la melodía exacta de los guiños de los rizos de tus pestañas y del parpadeo de ambos músculos eternos. El mundo tendría que vivir bailando. No importa si un vals, un rock o la canción de moda. Pero con la música adecuada para estar cómodos, para creer en nosotros mismos, en ti, en mi y en lo que nos rodea en lugar de en ese puñado de ideas preconcebidas con las que te has armado. 

La vida que estás buscando, querido yo, no la encontrarás en grandes cosas, sino en pequeños detalles. Te lo tengo dicho y sé que a veces incluso a mí se me olvida, pero es importante que ambos lo tengamos presente: no serás más feliz por tener más y más ambiciosos proyectos. Te aconsejo que en lugar de obcecarte por conseguir tus metas en un tiempo récord disfrutes de lo que te envuelve. Del olor a sábanas limpias o de la comida que hace mamá un jueves especial. Del arco iris un día de Sant Jordi, de los viajes en tren o las esperas que parecen no llegar nunca a su fin. Te propongo disfrutar de la sonrisa del que tienes al lado como si fuera propia, déjate inundar por una mirada de luz o unas mejillas sonrojadas. Y sobretodo, no intentes evitar enamorarte, tú sabes igual de bien que yo que es lo que más deseas en este mundo.

Desde la Antlántida, con amor.

PS.: Esta carta ha sido enviada sin dirección ni remitente, en una botella de cristal un día de tormenta. Sólo espero que tú, que la estás leyendo, no la retengas más que el tiempo necesario para leerla y volverla a lanzar lejos de tierra firme.

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