
Cuando salía a pasear, se quedaba embobada mirando las luces de los coches o el trajín de la gente, arriba y abajo por la calle. Pensaba. Y lo hacía en el ojo del huracán, rodeada de escándalo, de ruidos, de humo, en pleno bullicio.
Había dado un paso atrás. O un salto hacia adelante. En cualquier caso, algo había cambiado en ella, no sólo los amigos, el ambiente o ese extraño conjunto. Era algo que iba un poco más allá, como si sus pensamientos estuvieran un palmo por encima de su cabeza. Tendría que acostumbrarse, pero a ella le gustaba así.
Denise descubrió que esa era la clave para poner límites válidos.
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