Como me gustaría quedarme sólo con este detalle...
Acéptalo, todavía no podíamos creernos que estábamos el uno junto al otro, que nos buscábamos con las yemas de los dedos para cerciorarnos de una realidad que se esfuma, como siempre, demasiado rápido. Guardaré para siempre ese beso que fue como el primero, infantil, despreocupado, relajado y tierno, enormemente tierno. Los labios que se juntan pero no llegan a tocarse, que dudan, que se lanzan e inmediatamente retroceden, cada vez más ruborizados por lo que han estado a punto de hacer. Dos pares de ojos espectadores y a la vez protagonistas de batallas sutiles y discretas, lejos o un poco más cerca; brillantes como el sol, con una luz propia capaz de inundarlo todo, deslumbrantes. Sintiéndolo todo tan lejos y a la vez uniéndonos con cada contacto, por ínfimo que pudiera ser, enamorándonos irremediablemente. Hubo un tiempo en el que estaba convencida de que para siempre podría tenerte entre mis brazos, que estarías siempre ahí para mí y para mis chorradas, entre mis tesoros, con mis sueños. Pero quizá todo eso se quedó en aquel beso; en las caricias que nunca nos llegamos a dar por miedo a parecer débiles; en todas aquellas cosas de las que no hablamos; en las promesas que nunca tuviste el valor de hacerme. Y ahora, todo junto se ha hecho un hueco entre nosotros. Un hueco que crece cada vez un poco más.
- De barro hasta el cuello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario