¡Muy recomendable escuchar con música!
Simon estallaba a menudo. Su vida era un caos como hay pocos en el mundo, un desequilibrio constante, una locura. Siempre que se veía acechado por las dudas, los temores o el desnivel de la balanza de su delicada vida, cogía los bártulos de pesca y se sentaba en el muelle a esperar. Lo hacía siempre de noche y procuraba que estas fueran claras. Se tomaba su tiempo en montar los artilugios todavía frescos por el uso dado pocas noches antes y echaba el anzuelo a la oscuridad. Entonces, se tumbaba boca arriba con los pies colgando hacia el agua a contemplar las estrellas. A pensar en sus aciertos, pero sobretodo en sus errores. Barajaba con frecuencia todas las posibilidades de su vida y casi nunca le gustaban. Por eso vengo aquí, se decía, para enajenarme, para perderme descubriéndome, para intentar encontrarme. No sabía, sin embargo, que no lo conseguiría nunca. Igual que nunca picarían los peces, pues el maíz que ponía como cebo no era santo de su devoción. De la misma manera que nunca conseguiría situar las constelaciones que su padre intentó enseñarle. Así pasaría otra noche más cobijado por las estrellas y el olor a sal, echando de menos todas las cosas que perdió, añorando a los que todavía están, envidiando a los que se fueron para no volver.
1 comentario:
me tusta :) sobretodo la última frase, aúnque es un poco deprimente... jejeje
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