24.8.10

volver.

Supongo que como siempre que volvía, me senté de espaldas al recorrido del tren. Me resultaba más doloroso ver hacia donde volvía que todo lo que me había pasado. A pesar de que las implacables puertas del tren me acababan de dejar con un te quiero a medias, no podía dejar de darle vueltas a la perfección del día. El reencuentro después de tanto tiempo, el paseo por la playa atestada de gente, el jugar con el revoloteo de mi pelo con el aire, el salvarnos la vida con cada ola de este mar celoso. Pero si recuerdo aún más atrás, me quedo con todas aquellas tardes, todas. En casa, en la piscina, en la calle. Arriba y abajo pasando el tiempo sin perderlo, guardando momentos que, al final, solo serán tuyos y míos, nuestros. Creo que gracias a ti he llegado a vivir todo el verano como si cada bocanada de aire fuera a ser la última, como si el mundo fuera a inundarse hoy y el sol no volviera a acariciarnos más. Me has demostrado que puedes convertirme en cualquier cosa que pueda imaginar ser: desde una macarrilla aficionada a una princesa preciosa, de aquellas que visten vestidos y llevan coronas. 


Y aunque no todas las tardes sean de sábado, sé que ningún sábado será tarde para recordarte que de ninguna de las maneras pienso dejar que el mundo se hunda, aunque para ello tenga que llevarme un tarro de arena de todas las playas que pueda...


" Y me bastaba tu sonrisa, para parar todas mis prisas. Me conformaba con ser aire, que era música de baile, pa'l vuelo de tu camisa."

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